Depresión, no es lo que tengo, es dónde estoy
Para empezar, vamos a hacerte una petición: ¿puedes recordar los meses de confinamiento debido a la pandemia de COVID-19? Acércate a este recuerdo en la medida en que te sientas capaz. No todos vivimos estos momentos de la misma manera. Comprendemos que es un tema delicado y lo queremos tratar con el máximo respeto.
Sin embargo, al ser un recuerdo cercano y que todos compartimos, es un buen ejemplo para explicar la depresión. A pesar de ser común, cada uno lo experimentó a su manera y según su contexto. Para muchos supuso un momento duro y angustioso. Por otro lado, para otras personas que sufrían algunos tipos de ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno de estrés postraumático, entre otros, el confinamiento pudo suponer un contexto seguro donde estar tranquilos y tenerlo todo bajo control.
Durante la pandemia nos vimos forzados a salir de nuestras rutinas en el exterior y entrar, para encerrarnos, en nuestras casas. Esos días para algunos se volvieron eternos, tediosos y repetitivos. En ellos, todos perdimos nuestra libertad, la posibilidad de hacer planes con amigos, ir de viaje con la familia, y otras cosas mucho más importantes. Perdimos el acceso a muchas de esas cosas agradables, entretenidas y que nos dan un ratito de disfrute (fuentes de reforzamiento positivo).
Como consecuencia, (pudiendo sumar a esto muchas otras vivencias de miedo, pérdida y trauma) muchas personas entraron en depresión. Estas personas, se vieron inmersas en una situación en la que su oportunidad de acceder a fuentes de reforzamiento positivo (circunstancias, emociones, personas y actividades que les resulten agradables o deseables) había sido limitada o, incluso, eliminada.
Esta pérdida inicial, se vio acompañada de unas circunstancias concretas que mantuvieron esta situación depresiva. Concretamente, para que la depresión se mantenga debe ocurrir: que se dejen de emitir conductas no depresivas o que el reforzamiento de estas sea bajo o inexistente, y/o que la conducta depresiva tenga una tasa relativamente alta de reforzamiento. Ejemplifiquemos estos casos.
Como hemos dicho antes, son muchos los tipos de conductas no depresivas que no pudimos realizar en la pandemia. Por ejemplo, ir de viaje, hacer actividades en el exterior, socializar cara a cara, dar un abrazo o un beso a alguien externo a nuestra unidad doméstica, etcétera. Todos estos son ejemplos de conductas no depresivas para personas que disfrutan realizando estas actividades. Es decir, hay diferencias individuales en lo que para cada uno es o no una conducta no depresiva o que le genera bienestar.
En relación a que el reforzamiento de las conductas no depresivas sea bajo o inexistente, podemos pensar en ver una película. Para una persona a la que le guste ver películas, especialmente si es con amigos, hacer esa actividad le entretiene y le hace sentirse bien (esto refuerza el mantenimiento de esa conducta). Al no tener esa opción, pues estábamos confinados, esa conducta que para esta persona es del tipo “no depresiva”, no resultaba tan gratificante. Por tanto, puede que dejara de llevarla a cabo incluso en solitario. De esta forma, puede que fuera sumergiéndose progresivamente en una situación aún más depresiva (a medida que estas actividades dejaban de realizarse o de ser reforzadas).
En referencia al segundo caso, pongamos un ejemplo de una conducta depresiva que tenga una tasa relativamente alta de reforzamiento. Para una persona que no puede salir de la cama porque esta triste, cuenta con mucha atención de su familia, le llevan la comida hecha, limpian la casa para que no lo haga ella, hacen la compra para que no lo haga ella, etcétera.
Por supuesto, no partimos de una visión egoísta, vaga o presuntuosa de la persona que está en depresión. Al contrario, la depresión es una de las muchas maneras en las que una persona puede intentar adaptarse a una circunstancia vital desbordante. Probablemente, haya sido la mejor manera que esa persona ha podido encontrar en ese momento para enfrentar tal situación.
Al conocer y comprender qué factores se ven envueltos en el mantenimiento de la depresión podemos ser más rápidos a la hora de evitar entrar o escapar de estas situaciones, y/o ayudar a nuestro entorno a hacer esto mismo.
¿Cómo lo hacemos?
-
Implícate en actividades que supongan una fuente de reforzamiento para ti, de acuerdo a tu experiencia, gustos, curiosidades y valores. La activación conductual, sin duda, te ayudará en este propósito. -
Observa tu comportamiento, ¿qué consecuencias tiene a corto y a largo plazo? -
Valora si estás cayendo en la trampa de dejar de hacer cosas para que otros las hagan por ti o te beneficien de algún modo, ¡puede que esas actividades te vengan bien por el simple hecho de mantenerte activo y con acceso a reforzadores! De nuevo, conocer sobre la activación conductual te será clarificador y útil.
Por último, es necesario aclarar que hay depresiones endógenas y exógenas. Las endógenas pueden ser por causas biológicas o genéticas. En esta publicación hemos hecho referencia a las depresiones exógenas o “situacionales”, donde diferentes circunstancias desbordantes o traumáticas han podido propiciar un desbalance emocional. Además, conviene no olvidar la estrecha relación que hay entre la depresión y el suicidio, siendo importante evaluar el riesgo y prevenirlo en ambos tipos de depresión.
La experiencia depresiva es una respuesta natural ante la aparición de cambios y situaciones ambientales estresantes. Como hemos dicho antes, probablemente esta haya sido la mejor manera que has podido encontrar para hacerles frente. Pero eso no significa que sea la única. En Clínica VERYS deseamos poder ayudarte a salir de esa situación depresiva y emprender contigo un camino de cara a encontrar otras alternativas que te sean más útiles para evitarla o salir de ahí en caso de que lo necesites en futuras ocasiones.
Referencias
Barraca, J. (2010). Tratamiento de activación conductual para la depresión (TACD). Descripción, técnicas y aplicación. Prolepsis, 17(45), 27-39.